2007/06/06

Fabro - Castelfiorentino

Miércoles 25 de Abril de 2007Hoy era día de fiesta en Italia y yo no lo supe hasta que salí a la carretera y me encontré con un montón de ciclistas por toda la Toscana. Era gente que tenía el día libre y había aprovechado para dar una vuelta.
El desayuno había ido fenomenal. Los encargados del albergue eran muy simpáticos. Daba la impresión de que años antes no andaban por el buen camino pero ahora eran un matrimonio. Tal vez el párroco del pueblo les ayudó dándoles ese trabajo...
Una vez en la carretera la cosa iba bien. Hacía sol. El paisaje era de cuento. Parecía de mentira, como si fuera una caricatura de lo que aparece en las guias, pero era real. La Toscana no decepciona, es justo como aparece en las películas.
A la media hora de viaje tuve un buen susto. Un abejorro me impacto en un ojo y por poco me caigo de la moto. Decidí que de hoy no pasaba sin comprarme unas gafas.
Lo malo es que las ópticas estaban cerradas y para una que encontré abierta me pedían 60€ por unas un poco chulas (armani). Lo mas barato eran 10€ por unas blancas de drag-queen. Me negué.
Fui pasando por los pueblitos y me gustaron tanto que he decidido volver y dedicarle otro viaje de un mes para verlos con calma. Y de paso ir a hacerle una visita a Sting, que tiene casa por aquí. Chiusi, Montepulciano, Pienza... Son todo pueblos a los que la gente no va porque prefieren Pisa, Siena o Florencia pero que pese a no ser tan chulos como estos son mil veces mejores que lo que hay en Francia o España. Te puedes pasar tanto tiempo en ver la Toscana como en ver toda España.
Lo mejor de todo no eran los pueblos sino el campo que los separa. Las carreteras eran todas secundarias y no había casi coches, solo bicis y alguna moto.
Pase de largo Siena porque había estado ya dos veces y después de pasar por una ciudad amurallada de cuyo nombre ya no me acuerdo llegué a San Giminiano.
Aparqué la moto fuera de la muralla y sin pagar, lo cual es una ventaja porque los coches han de dejarse una pasta en aparcamiento, si es que lo encuentran... La ciudad es como el Nueva York de la edad media. Hay torres altísimas porque las necesitaban los tintoreros para colgar las telas por dentro para que se secasen despues de teñirlas. La ciudad se hizo rica por los tintes, y al no poder construir secaderos a lo ancho lo hicieron a lo alto. Me quedé en la plaza central mirando Internet con el móvil y descansando hasta que se hizo de noche. Luego llené el deposito (lo hago cada 300 km) y fui hacia Castelfiorentino.
Por la noche la Toscana es también increíble, no hay apenas casas y el campo esta como hace quinientos años. Apenas se ven luces. Solo las del faro de mi moto.
Al llegar al albergue el conserje me cogió pelota porque él había sido un motero en su juventud y me colocó en una habitación de cuatro para mi solo además me dejó guardar la moto dentro de la verja. Después de dejar el equipaje bajé al restaurante de enfrente y me comí una pizza. Aquí en todas partes están buenas.